Hoy, martes 19 de marzo, Faro de Vigo ha publicado en la sección de Cartas al Director un artículo de nuestro presidente, José Luis Prieto Esturillo, sobre los Centros de Educación Diferenciada. Lo reproducimos a continuación:
"Centros de educación diferenciada"
Estoy totalmente conmovido por la cantidad de insultos y agresiones verbales que estamos sufriendo más de 23.000 familias que en España hemos optado libre y pacíficamente por matricular a nuestros hijos en centros de educación diferenciada.
La mayor parte de los ciudadanos de este país entendemos, y así lo refrendamos en nuestra Constitución, que los poderes públicos deben garantizar el derecho que tenemos los padres a educar a nuestros hijos de acuerdo con nuestras convicciones. Para el ejercicio de esta libertad fundamental es obvio que necesitamos tener distintas opciones educativas y elegir entre ellas la que más se ajuste con nuestro modelo educativo. Sin embargo, para que esta posibilidad de elección sea realmente igual para todos y no sea más que una ilusión reservada para los más pudientes y ricos,es absolutamente necesario que los poderes públicos apoyen todas las opciones con sus ayudas y conciertos.
La Unesco, en el art.2 de la Convención de la Lucha contra las Discriminaciones en la Esfera de la Enseñanza, estableció tajantemente, en relación a la discriminación por razón de sexo, que “no serán constitutivas de discriminación la creación o mantenimiento de sistemas o establecimientos de enseñanza separados para los alumnos de sexo masculino y para los de sexo femenino”. Como no podía ser de otra forma, nuestra legislación ha acogido este principio en sus distintas normas y así lo ha reconocido también el Tribunal Supremo. Por ello, por mucho que se empeñen determinados círculos de poder, es una falacia negar los conciertos a los centros de educación diferenciada con base a la discriminación por razón de sexo.
En todo caso, al igual que las decenas de miles de padres que han optado por este modelo educativo, si viésemos que nuestras hijas o nuestros hijos fuesen objeto de discriminación, no creyésemos que este modelo educativo defiende con fuerza la igualdad de oportunidades de nuestras hijas y de nuestros hijos o no los viéramos cada día inmensamente felices en sus colegios, no necesitaríamos de falsos profetas o “insultadores profesionales” para optar por otros modelos educativos.
José Luis Prieto Esturillo
Vigo
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